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18 de febrero de 2014

Tal y como cantó Antonio Alemania

¿Se es de dónde se nace o de dónde se vive? ¿Sé es según lo que se mama en casa? ¿Se puede elegir la pertenencia a una tierra libremente? A veces el mestizaje y la emigración plantea estas preguntas y, aunque parezca mentira, dan que pensar. En la anterior entrada hablamos de aquellos murcianos que poblaban la Torrassa de Hospitalet a principios del siglo XX. Llegaban como murcianos y poco tiempo después, ya sea por una adaptación llevada al extremo o para olvidar las miserias de su tierra natal, pasaban a ser catalanes de piedra picada (hablaban el idioma y se llegaban a identificar con opciones políticas catalanistas). Contrariamente, los hay que no se deciden, como el humorista Pepe Rubianes, nacido en Vilagarcía de Arousa pero criado en Barcelona: "Yo soy galaicocatalán. Galaico porqué nací en Galicia aunqué casi nunca he vivido allí y catalán porqué siempre he vivido en Cataluña aunque no he nacido aquí". Para la parcela que nos ocupa en este trabajo el cantaor Antonio Alemania muestra esta indecisión identitaria con su canción Dos idiomas, dos banderas: 


El caso de Antonio Alemania no es único en su especie. Se trata del eterno debate al que muchos hijos de andaluces, como yo, nos enfrentamos cuando se nos pregunta (a veces, todo sea dicho, con mala leche). Y en estas se encuentra Andrés Muela, el protagonista de la entrada que nos ocupa aquí mismo. Esta es la historia de alguien que, como Pepe Rubianes, es de su tierra de nacimiento y de adopción a la vez y  que, como Antonio Alemania, no tiene muy claro a dónde pertenece. 

Andrés Muela (FOTO: CEDIDA POR ÉL MISMO)

PARTE DE LA MAYOR OLEADA

Andrés nació en febrero de 1963 en Larva, un pueblo de la comarca jiennense de Sierra Mágina que apenas llega a los 500 habitantes. A los tres años se trasladó con toda su familia al barrio de La Planada de Sabadell, justo en la década en que llegan más andaluces a la ciudad vallesana (casi 14.000 según el IDESCAT). Ha vivido toda su vida en Sabadell, primero en La Planada y actualmente y desde 1971 en el Llano de Can Puiggener, pero tiene un marcado acento andaluz. Según explica, su familia decidió emigrar a causa del gran problema de la época: "En el pueblo no tenían trabajo y no se vivía bien", dice. Llegados a este punto "un tío materno ya instalado en la ciudad nos arrastró a mis abuelos por parte de madre, mis padres y mis hermanos". Es el efecto llamada que ya hemos tratado en otras ocasiones.

Confiesa que los inicios no fueron nada fáciles. Mientras él y sus hermanos estudiaban las jornadas laborales de sus padres no tenían fin: "Mi padre trabajaba en la construcción y mi madre cosía casi las 24 horas del día en casa. Se levantaba de madrugada y se iba a dormir a las tantas de la noche", dice  con emotivo recuerdo. Recuerda también su antiguo barrio como "un lugar tranquilo de calles sin asfaltar" y que en su casa "solo habían dos habitaciones y tenía que dormir todos revueltos". Eran los primeros pasos de una familia, los Muela, a los que años después de comenzar una nueva vida la suerte les sonrió. "A mi padre le tocaron 60.000 pesetas en la lotería y las invirtió en la entrada de un piso nuevo". La nueva vivienda estaba en el Llano de Can Puiggener, barrio en el que lleva viviendo más de 40 años.


APEGO ENORME POR ANDALUCÍA 

Andrés confiesa que en su casa se vivía "al estilo andaluz" y el hecho de haber ido y vuelto mucho de su lugar de nacimiento le ha reforzado como andaluz lejos de su tierra. Entiende el catalán pero no lo habla: "Me da vergüenza, lo reconozco. Solo alguna vez dejo ir alguna expresión como què passa noi para reírnos". Y en este sentido explica que tampoco se ha sentido obligado a aprenderlo: "En La Planada y en el Llano la gran mayoría de habitantes veníamos del mismo lugar. Y en el barrio de al lado, Ca n'Oriach, había muchísimos murcianos. Todos nos entendíamos en castellano". 

Vivir al estilo andaluz le ha hecho amar con locura su tierra de origen pese a no haber vivido nunca allí. Se define a si mismo como un amante de la música flamenca (algo que han heredado sus dos hijos de 23 y 19 años) y cuando le preguntan por su lugar de origen es muy claro: "Aquello está de puta madre, no hay más". Y aunque no hable el catalán ha asimilado otras costumbres de su tierra de adopción: "Me gustan los castellers. Antes iba mucho a verlos y aunque ahora ya no vaya tanto me siguen gustando", dice. Además, se siente identificado con un elemento emblemático de su ciudad como es el Centre d'Esports Sabadell. Ha sido entrenador del fútbol base del club y sus dos hijos han pasado por las categorías formativas arlequinadas. "El club tiene muchos socios que no son catalanes y ha sido un elemento integrador para los que veníamos de fuera", explica Andrés, quien después de muchos años y por cuestiones personales no sabe "si tenerle odio o cariño".

Por una parte está el haberse criado en Cataluña. Por otra parte, el haber nacido y conocido una tierra que adora. Es por eso que no tiene claro si definirse como andaluz o catalán: "A ver, teóricamente tendría que sentirme catalán porqué es donde he vivido y porqué mi mujer y mis hijos nacieron aquí. Pero uno no puede negar las raíces y menos cuando las aprecias", acaba reflexionando. 

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